Un gran revuelo produjo la participación de Chile en la Feria IFTM Top Resa, llevada a cabo en París, Francia, a partir de la viralización de un video que mostraba las siderales diferencias entre el escuálido stand de Chile, y las atractivas propuestas de los demás países de nuestra región americana.

Naturalmente, y como es tradicional en nuestro país, adjetivos como “vergüenza” y “escándalo” se masificaron por las redes sociales, y tanto desde los medios como desde la política se pidieron explicaciones por semejante bochorno. A su vez, las actuales autoridades y representantes del sector aludieron a la necesidad de priorizar otros eventos, en base a los escasos recursos que se destinan a la promoción del sector. Esta descripción se ha hecho intencionalmente genérica, con el fin de mostrar que, sin importar el rubro o el tiempo, se generan estas reacciones destempladas, las cuales normalmente se calman con la remoción de algún administrativo de su cargo, como si esto, por sí mismo, diagnosticara o solucionara algún problema.

Sin embargo, a mi parecer, no serán las declaraciones estridentes de personajes externos a la industria las que permitan generar una discusión constructiva al respecto de la realidad de nuestra industria, básicamente, porque dichas opiniones normalmente suelen ser abstractas, y no están empapadas del día a día que estamos viviendo, tanto en el área gubernamental y privada. Por ejemplo, no consideran algo tan básico y de conocimiento público como los catastróficos efectos de la pandemia sobre el turismo, no solo por la suspensión por dos años de nuestras actividades, con el consiguiente impacto en la ocupación y los ingresos (que aún permanecen un 20% por debajo de los niveles pre pandemia), sino que también por la dolorosa fuga de talentos, la cual tiene un fuerte efecto sobre nuestra productividad, y reflejan como la disminución en los ingresos se traspasa a condiciones laborales menos atractivas.

Tampoco se consideran otros factores que son mucho más profundos, y que diferencian al turismo chileno de otros rubros que tienen mayor cobertura. Por ejemplo, no existe una consolidación similar a la de las farmacias, donde basta con citar a 3 o 4 empresas a la mesa para cubrir la mayoría de la cuota de mercado. Tampoco hay una integración vertical similar a la que existe en el área de la salud, donde los distintos eslabones de la cadena de valor están principalmente enlazados a través de las ISAPRE o de FONASA. Finalmente, la variedad de servicios que entregamos es tan abundante como los distintos tipos de destino que Chile tiene para ofrecer, lo cual dificulta encajar a toda una industria en un estándar de una talla única para todos.

Al ser una industria mucho más diversa y descentralizada de lo habitual, se requiere un esfuerzo de coordinación mucho mayor, tanto en lo que se refiere a los variopintos tipos de destino, como a los distintos rubros en que se divide el sector, donde cada uno tiene sus propias necesidades e intereses. Por esto, en vez de depender exclusivamente de la voluntad de alguna transnacional o de algún ente gubernamental, existen muchas instancias de representatividad, ya sea gremiales, sectoriales o territoriales, desde las cuales se articulan los consensos que nos permiten funcionar como industria, de una manera colaborativa y no destructiva, así como también permiten articular nuestros esfuerzos de promoción, como por ejemplo en el caso de las ferias, donde esperamos contar con una cantidad de recursos que nos permita posicionarnos de buena forma en los mercados de interés.

Por supuesto, siempre existen oportunidades para mejorar, entendiendo las dificultades que significa llegar a acuerdos que nos dejen relativamente contentos a todos, sobre todo considerando los nubarrones económicos que se ciernen sobre los mercados globales. Contar con un espíritu de colaboración y diálogo, y diseñar una visión conjunta, donde el sector público, privado y gremios, trabajen de manera colaborativa, para atraer visitantes a nuestra tan rica geografía nacional.